
Un magnífico poema de gratitud a la amistad, que también está de aniversario, es lo que me has otorgado hoy, increíble Raysa, niña elebrestada con los sueños de otros, cuando tus sueños se empinan de memoria, deambulan por la dicha del reencuentro, en un despertar de recuerdos compartidos, de soles que nos oscurecieron, y sombras que nos dieron de comer, porque la vida es eso, plenitud de dicha y de dolor al mismo tiempo, aunque el dolor sea más que un racimo de lágrimas cayendo, como la lluvia encima de nosotros, imperceptible y tierna, pero aunque nos empape, la dejamos que entre, le permitimos que nos abrigue, con su música húmeda y sin fondo, cual un pájaro que nos enamora y vuela alrededor, por dentro de nosotros. Esta elegía blanca de Raysa White, la poeta que es amiga, o viceversa, se ha adueñado de mi corazón, y ya retoza como una liebre amable, en el corral de un perro fiel, que te sigue los pasos, para apresar juntos el mismo hueso de la poesía, pero con distinta música y espacios, en la conquista de ese Carpe Diem, que nos permite ser mortales, y a la vez ángeles con causa, para la resurrección de nuestras vibraciones, en forma de columpios colosales, donde los demás puedan energizar sus vidas, a la par que nosotros. Un beso de inquietud, hasta la próxima mordida de ese perro indomable, que se llama libertad de expresión. Seguir leyendo →
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