Si se consulta detenidamente el epistolario de José Martí a Manuel Mercado, han de encontrarse antecedentes de la labor martiana para niños, pues, desde 1886, ya el poeta le comunica a su amigo, entusiasmado:

Por la carta y por Pablo Macedo sabrá que, a lo modesto y principiante, tengo el pensamiento de hacerme editor de libros baratos y útiles, de educación y materias que la ayuden, cuyos libros puedan hacerse aquí en armonía con la naturaleza y necesidades de nuestros pueblos, y economía de quien trabaja en lo propio, y venderse, en México principalmente, con un margen de escasísimo provecho. Pero lo que V. no sabe es que ésta no es en mí idea nueva, sino en cuanto a la posibilidad de su inmediata realización; —que a este fin, como si ya no tuviera otro natural, me vengo preparando con un estudio cuidadoso de los menores detalles, desde hace muchos años; —que, aparte de toda situación mía actual, me siento capaz de levantar en este hermoso ramo una empresa benéfica y productiva; —que contra mi costumbre, desde que Macedo me habló de éste como realizable, al decirle yo cómo tenía estudiado el asunto, no pienso en otra cosa, y la doy por hecha; —que tan convencido estoy del bien que podría hacer, y el giro útil que podría dar al caudal puesto en ello, que en esto sí me propongo ser porfiado e incansable, y no parar hasta tenerlo conseguido. —Ir tratando será lo primero, con ahorros de judío, de lo poquito que haya para comenzar.1

Y seguidamente anuncia así casi un Prospecto de la citada colección:
Ya yo sé los libros vivos que nuestras tierras necesitan y piden, y no tienen, ni hay aun quien les dé: y los iré publicando de manera que, desde el principio, México los vaya obteniendo al precio estrictamente necesario para cubrir los gastos. Los provechos vendrán de la venta en los demás países. Al fin, estos libros útiles, con ediciones sucesivas, vendrán a reducirse a un precio tal, que no habrá quien no pueda hacerse de ellos. La competencia no es de temer —primero, porque estos libros serán muy distintos de cuantos en esa línea van publicados,—libros humanos y palpitantes,—no meros textos, sino explicaciones de la vida y sus elementos, y preparaciones para luchar con ella—la esencia y flor de todo lo moderno:—después, porque como esta empresa sólo será de lucro moderado y honesto, siempre podrá abaratar sus productos mucho más que las que no se conforman sino con grandes provechos.—Eso si que me resucitará, y me sacará de la vergüenza en que ando. Esa idea me satisface y regocija, y no entra en este contexto ni por un ápice mi necesidad actual de asegurarme un quehacer menos mortal y angustioso que el que, con escasos intervalos, he tenido hasta ahora.2
Al final de la carta que dirige José Martí a su amigo, desde Nueva York, aflora el superobjetivo de toda empresa bibliográfica:
Nada más puedo hacer si he de salvarme, con esta naturaleza mía en que las corrientes del espíritu dan con tanta furia, que esa especie de nobles labores donde a un tiempo puedo satisfacer mi ansia de hacer bien, mejorar con esa alegría mi salud rota, y amasar un pan para mañana.3 Seguir leyendo →
Debe estar conectado para enviar un comentario.