
Por JOSAN CABALLERO.

Mi hermano hoy cumple cincuenta
y nueve años. Qué pena,
que la muerte hizo su cena
temprana, sin darnos cuenta,
y mi corazón lamenta
su pérdida, cual si fuera
mi vida la que estuviera,
en los ojos de mi madre,
con estrellas que taladren
su alma de flor viajera.

Mi hermano Noel: Cualquiera
soltaría ya su imagen,
con diademas, que le bajen
de dios al rostro, si espera
volver a nacer: Supieras,
que amor y dolor se juntan,
cuando la muerte barrunta
la adversidad: Pena ajena,
que por igual nos barrena,
si un hermano la trasunta.

Ver a mi madre, que vela
su sobrevida, sabiendo,
que somos muertos, viviendo
un pesar de escarapelas,
con que se imantan espuelas,
para seguir renaciendo,
en otros cuerpos: Subiendo,
del alma a la nueva carne,
cual el hábito de un “parner”,
que regresa a mí, latiendo.

Quisiera ver a mi hermano,
reencarnando su otra vida,
y remontar las heridas,
que el karma ató por su mano:
Verlo llegar de lontano,
con ritos de mejor suerte,
para atrapar a la muerte,
con su fatal encerrona;
y librarnos de su zona
mortal, sin presente inerte.

Tengo, por dentro, un pesar,
con mi madre y con mi hermano:
Quisiera verlos tan sanos,
siempre, en mi vida, asomar,
y poderlos abrazar,
desde el portal de mi casa:
Si el amor es, hoy, la brasa,
que enrola mi alma a la vida;
y, además, es embestida,
catapulta, hasta llorar.

Herencia de mi Noel,
son sus dos hijos, artistas;
y su mujer, una arista.
que ennobleció su papel
de padre: Dulce plantel,
el de izar nueva familia,
con amores, que concilian
talentos de corazón,
pues mi hermano fue pasión
desbordada, y gran vigilia.

Tengo honores, por amar
la maravilla de ver
a sus semillas crecer,
cual estrella de emular
almas de niño: Cuidar
fue la mejor hidalguía
de mi hermano: Lozanía,
que lo distingue, en sus leguas
de ser humano: Un “Eléggua”,
entre luz y algarabía.

Miami, 7 de junio del 2022.

S.O.S. HUMANOS
(UN MICROCUENTO HOMENAJE PARA MI HERMANO NOEL GUTIERREZ)

Por JOSAN CABALLERO.

Luego de contraer la Covid, él donó su plasma, para servir en estudios y curaciones, pero su madre lo llama, consternada, pues su hermano también lo contrajo, y no quería vacunarse. Aunque tenía miedo de infectarse nuevamente, no aceptó esta mutua adversidad, por lo que viajó a su rescate, y se dedicó a cuidarlo. Cuando lo encontró, parecía ser cuestión de horas, mas ninguno se dio por vencido. Puede ser que la muerte los haya salvado, de esa corona que eligió, para que los humanos dejaran de temer, y entraran a la nueva era de su propia resiliencia y solidaridad.

José Antonio Gutiérrez Caballero

Miami, 8 de junio del 2022.

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