Con entrevistas y documentales se abre una nueva semana para el debate sobre el efecto, nocivo o no, de la huega de hambre como salida a la crisis del sistema carcelario cubano, del irrespeto de los derechos humanos y la libertad de los prisioneros de conciencia en la isla.
¿Creen ustedes que es necesario que algunos de nuestros disidentes, tanto dentro, como fuera de Cuba, se debatan entre la vida y la muerte, para conseguir que el gobierno ceda en sus propósitos nefastos, y les conceda la merecida libertad?
¿Con la continuidad cívica de sus huelgas de hambre, se ha disparado, sobre todo, en el panorama político y carcelario cubano, el comienzo o el fin de un «efecto dominó» indetenible, que pudiera ocasionar un estallido popular en el país, a pesar de permanecer inmersos en las doctrinas de la no violencia gandhiana?
Estas son preguntas que muchos de nosotros nos estamos haciendo, y como no somos gurús ni politólogos, dejemos que hablen los propios protagonistas de cuáles son sus motivaciones y las posibles causas y consecuencias inmediatas de su actitud, para que luego nosotros hagamos las conclusiones que deseemos pertinente.
No obstante, aventuramos algunas opiniones al respecto, dado que se aprecia una confluencia de ideas en cuanto a la manera de responder y asumir una protesta pacífica, engendrada desde el concepto espiritualista de la no violencia, o el simple choque de fuerzas a través del amor, en donde se inmiscuyen igualmente el sacrificio y el libre albedrío martianos, en función del futuro de la comunidad. Seguir leyendo
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