Escribir para mí siempre ha sido una pasión, casi desde los seis años, en que ya inventaba mis primeros versos, cual si fueran garabatos de palabras, quizás porque nunca mi padre me permitió aventurarme a lanzar un papalote hasta el cielo de mis sueños, y por eso tuve que empinarlo en mis poemas, hasta que aprendí que, con un poco de sabiduría y sensibilidad, cualquier ser humano puede remontarse al universo, y dejar huella del profundo sentimiento o pensamiento que le pertenece, y que nadie sería capaz de arrebatarle, como un caramelo o una pelota de jugar, en pleno travesía de su tiempo. Seguir leyendo
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